Fotografía de Amy Philp
Estuve dando bastante vueltas pensando en cuál es la mejor manera de hablarte sobre este tema.
Me tentó el enfoque más distante, profesional, en el que te hago un listado muy ordenado y completo de todas las maneras en las que un parto intervenido puede afectar a la mamá y al recién nacido.
Pero también quería contarte esa realidad desde la perspectiva de una mamá de carne y hueso y de un bebé de verdad.
Y como no puedes llegar a ser una excelente asesora sin mirar los hechos desde los dos lados, he decidido contarte las dos caras de la misma realidad. Empiezo por la parte científica, por los hechos objetivos.
La relación entre el parto y la lactancia.
Para los profesionales de la lactancia, la interdependencia entre el parto y la lactancia materna es un hecho.
Los estudios concluyen una y otra vez que a mayor intervención en el proceso del parto, mayores tasas de dificultad o fracaso de la lactancia.
A mí se me eriza la piel al leer una y otra vez -en la literatura de especialidad y en los testimonios de miles y miles de madres- sobre las consecuencias de la intervención en el parto, y más sabiendo que en demasiadas ocasiones se trata de una intervención innecesaria.
A continuación te cuento -o te recuerdo- de qué manera las intervenciones en el parto pueden afectar a la lactancia:
La anestesia epidural: la anestesia en sí no interviene en el establecimiento de la lactancia, pero sí está asociada a toda una serie de hechos que la dificultan o impiden.
Suero intravenoso: está demostrado que su administración aumenta la probabilidad de sufrir ingurgitaciones importantes en la madre. El suero es el paso previo a la administración de la anestesia epidural, para evitar la bajada de la tensión arterial. También suele ser un sustituto de los líquidos o los alimentos que la madre podría pedir durante el parto.
La cuestión es que la OMS recomienda que la madre reciba líquidos por vía oral si así lo desea.
Oxitocina sintética: se administra para contrarrestar los efectos secundarios de la propia anestesia, pero puede tener como efecto secundario disparar los niveles de estrés y de cansancio en los bebés. Esto hace que su instinto de succión no sea tan fuerte como debería y consigue retrasar más de lo aconsejable la primera toma.
La horizontalidad: al limitar la movilidad, la mayoría de las mujeres a las que se les administra la anestesia epidural se ven abocadas a parir en posición supina (boca arriba), con todas las dificultades que esto implica: los bebés no se colocan correctamente en el canal del parto, por lo tanto no bajan. En la mayoría de casos, esto aumenta el número de partos intervenidos quirúrgicamente.
Parto quirúrgico: una cesárea de por si no impide la lactancia, pero la dificulta a causa de las molestias que la mamá siente a la hora de acomodarse y acomodar al bebé en sus brazos. Lo que sí dificulta y a la larga causa el fracaso de la lactancia, son los protocolos hospitalarios que separan a la madre del recién nacido después de una cesárea y también retrasan su primera toma. Por lo tanto, las mujeres que tienen a sus hijos por cesárea dan menos el pecho que las que los tienen en un parto vaginal.
La evidencia científica habla de que se trata de actuaciones innecesarias en un altísimo porcentaje y todas estas intervenciones actúan no solamente sobre el cuerpo de la mujer que está dando a luz, sino sobre sus emociones y su mente. Las mujeres pierden la confianza en sí mismas, en sus cuerpos, en sus bebés, tienen dificultades a la hora de crear un vínculo emocional con su hijo y se enfrentan al puerperio con las fuerzas mermadas.
Cúal es tu papel en esta historia.
¿Sabías que hay mujeres que después de un parto intervenido acaban sufriendo del Síndrome de Estrés Postraumático? El mismo síndrome que los soldados que se enfrentan a situaciones de estrés extremo en batalla, en situaciones donde literalmente su vida está en juego.
La literatura médica lo contempla desde 1997. Yo lo he leído en los ojos de muchas mujeres a las que he atendido a lo largo de los años.
Una mujer que ha pasado por una experiencia de extrema vulnerabilidad que la acaba llevando a sufrir el SEPT no está en condiciones de iniciar o de mantener la lactancia materna.
No sola.
Y ahí es donde entramos en escena tú y yo.
Ahí es donde tenemos que saber muy bien cuáles son los componentes fisiológicos que han llevado que la mujer, la madre que tenemos delante, tenga los síntomas concretos que tiene – eso en primer lugar. En ese momento no podemos -no debemos- vacilar o dar información basada en opinología o en “a una chica que conozco le pasó también esto que me cuentas”.
Necesitan información veraz, con base científica sólida. Pero antes de llegar a dar la información, tenemos que escuchar el relato que la mamá nos va a contar. Y contará, ya lo creo que contará. Hablará con lágrimas, con silencio, con andar cojo, con dificultad para abrir la boca, con abrazarse a su bebé como si fuera lo único que sigue teniendo sentido, con no ser capaz de mirar a su bebé e intentar alejarse de él lo más posible, con frases hechas de derrota y dolor, con palabras de culpabilidad hacia sí misma, con rabia hacia quienes tenían que haberla acompañado y no han sabido hacerlo.
Nos hablará de cómo todo el romanticismo asociado al momento del parto y a la lactancia se le desmoronó entero en los últimos 3 días, que nunca se había imaginado que no sabría cómo tomar a un bebé en brazos o que podría estar tan asustada por entender lo completa y absolutamente dependiente que es su bebé de ella, de ella y de nadie más.
El bebé también hablará: habrá llanto, habrá incomodidad, habrá demasiado sueño o falta de dormir, habrá pañales sin manchar.
Ahí es donde tú y yo debemos empezar la magia. Ahí es donde todos tus años de aprendizaje, todos tus conocimientos y tu experiencia se tienen que destilar hasta transformarse en la cura que necesita esa mamá que tienes delante.
No hay dos madres iguales en el universo. No puede haber dos cuidados iguales. La poción que les prepares a cada una de ellas debe ser única, ultra eficaz y sumamente poderosa.
Lo que te puedo decir, después de 20 años en las trincheras, es que toda mamá que busca ayuda puede curarse. Solo necesita escucha, sabiduría y acompañamiento para que recupere sus fuerzas, su ser, su centro.
Y tú puedes darle todo eso, si quieres.
Curso de asesoras de lactancia materna de Maternidad Acompañada
Recursos bibliográficos:
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Crowell, M.K.; Hill, P.D.; Humenick, S.S. (1994) Relationship between obstetric analgesia and time of effective breastfeeding. Journal of Nurse-Midwifery, May-June 1994, 39(3), 150-156
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Sánchez Montoya,J. & Palacios Alzaga, G. (2007). Posttraumatic stress disorder on childbirth: pregnancy, birth and postpartum. Matronas Prof. 2007; 8 (1): 12-19
Wijma, K., Söderquist, J., & Wijma, B. (1997). Post-traumatic stress disorder after childbirth: A cross sectional study. Journal of Anxiety Disorders, 11, 587-597.